martes, 7 de julio de 2009

Falacias

Falacias no Formales
Irving Copi

Aunque todos los libros de lógica contienen un examen de las falacias su manera de tratarlas no es en todos la misma. No hay ninguna clasificación de las falacias universalmente aceptada. No hay que sorprenderse ante esta situación. pues como dijo acertadamente De Morgan, uno de los primeros lógicos modernos: "No hay nada similar a una clasificación de las maneras en que los hombres pueden llegar a un error y cabe dudar de que pueda haber alguna".
La palabra, "falacia" es en sí misma un poco vaga. Un uso perfectamente correcto de la palabra es el que se le da para designar cualquier idea equivocada o creencia falsa, como la "falacia" de creer que todos los hombres son honestos. Pero los lógicos usan el término en el sentido más estrecho y más técnico de error en el razonamiento o la argumentación. Una falacia es, entonces, en el sentido en que nosotros usaremos el término, un tipo de razonamiento incorrecto. Puesto que es un tipo de razonamiento incorrecto podemos decir de dos razonamientos diferentes que contienen la misma falacia. Muchos argumentos son tan obviamente incorrectos que no engañan a nadie. En el estudio de la lógica, se acostumbra reservar el nombre de "falacia" a aquellos razonamientos que, aunque incorrectos son psicológicamente persuasivos. Por tanto, definimos falacia como una forma de razonamiento que parece correcto, pero resulta no serlo cuando se lo analiza cuidadosamente. El estudio de estos razonamientos es provechoso, pues la familiaridad con ellos y su comprensión impedirá que seamos engañados por ellos. Estar prevenidos es estar armados de antemano.
Las falacias se dividen tradicionalmente en dos grandes grupos, las formales y las no formales. Es más conveniente analizar las falacias formales en conexión con ciertos esquemas de inferencia válidos con los cuales presenta una semejanza superficial. Diferiremos, por eso su consideración para los capítulos siguientes. En éste, trataremos las falacias no formales, errores de razonamiento en los cuales podemos caer por inadvertencia o falta de atención en el tema, o bien porque nos engaña alguna ambigüedad en el lenguaje usado para formularlo. Podemos dividir las falacias no formales en falacia de atingencia y falacias de ambigüedad. No tenemos la intención de hacer una revisión exhaustiva; solo consideraremos quince falacias no formales, las más comunes y engañosas


I.- FALACIAS DE ATINGENCIA

El rasgo común a todos los razonamientos que cometen falacias de atingencia es que sus premisas carecen de atingencia lógica con respecto a la verdad o falsedad de las conclusiones que pretenden establecer. La inatingencia es aquí lógica y no psicológica, naturalmente, pues si no hubiera algún tipo de conexión Psicológica carecería de efecto persuasivo o de corrección aparente. El que la atingencia psicológica pueda confundirse con la atingencia lógica se explica satisfactoriamente por el hecho de que el lenguaje es usado tanto directiva y expresivamente como informativamente. Esto quizá se comprenda con mayor claridad con algunos ejemplos.

CONCLUSIÓN INATINGENTE.

La falacia de la "conclusión inatingente" se comete cuando un razonamiento que se supone dirigido a establecer una conclusión particular es usado para probar una conclusión diferente. Por ejemplo, cuando se halla bajo consideración una propuesta particular de dictar una legislación sobre la vivienda. Puede levantarse un legislador para hablar en favor de la ley y argumentar que todo el mundo debe tener viviendas decentes. Estas observaciones carecen de atingencia lógica con respecto al punto en discusión, pues éste se refiere a las medidas particulares que se proponen. Presumiblemente., todos están de acuerdo en que todo el mundo debe tener,viviendas decentes (se manifestarán de acuerdo inclusive aquellos qué en realidad no piensan así). La cuestión es ¿proveerá de ellas esta medida particular, y, sí es así lo hará mejor que cualquier otra alternativa práctica? la argumentación del orador es falaz, pues comete la falacia de la conclusión inatingente.
En un juicio al tratar de probar que el acusado es culpable de asesinato, el fiscal acusador puede argumentar extensamente para demostrar que el asesinato es un horrible delito y lograr, efectivamente, probar esta conclusión. Pero si de sus observaciones acerca de lo horrible que es el asesinato, pretende inferir que el acusado es culpable de él, comete la falacia de conclusión inatingente.
Es natural que nos preguntemos cómo tales argumentos pueden engañar a alguien. Una vez visto que la conclusión es lógicamente inatingente, ¿por qué puede el argumento confundir a alguien? En primer lugar no siempre es obvio que una determinada argumentación constituye un ejemplo de conclusión inatingente. Durante el curso de una discusión prolongada, la fatiga puede original falta de atención, con consecuencia de que los errores y la poca atingencia de la conclusión con respecto a las premisas pueden pasar inadvertidos. Esta es una respuesta parcial, naturalmente La parte que falta se relaciona con el hecho de que el lenguaje puede servir para despertar emociones, tanto como para comunicar información
Consideremos el primer ejemplo de conclusión inatingente. Al Sostener que todo el mundo debe tener viviendas decentes, el orador logra despertar una actitud de aprobación para sí mismo y para lo que dice, y esta actitud tiende a ser transferida a su conclusión final, más por asociación psicológica que por implicación lógica. El orador puede conseguir despertar un sentimiento tan favorable al mejoramiento de la vivienda, que sus oyentes votarán más entusiastamente la lay que que él propugna que si hubiera demostrado realmente el interés público existente en su aprobación.
También en el segundo ejemplo si el fiscal acusador ha pintado un cuadro suficientemente conmovedor de lo horrible que es el asesinato, el jurado puede sentirse tan tocado, puede haberse despertado en sus miembros tanto horror y desaprobación, que dictarán más fácilmente un veredicto de culpabilidad que si el fiscal hubiera probado "simplemente" que el acusado cometió el crimen.
Un cierto número de tipos particulares de razonamiento cuyas conclusiones no atañen a las premisas han recibido nombres latinos. Algunos de estos nombres latinos han llegado a formar parte del idioma inglés: ad hominem, por ejemplo. Otros son menos familiares. Solo-consideraremos algunos de ellos, sin ninguna pretensión de hacer un tratamiento exhaustivo. La explicación teórica de por que son persuasivos a despecho de su incorrección lógica, debe buscarse en todos los casos en su función expresiva, destinada a provocar sentimientos de temor de piedad, de reverencia, de desaprobación o de entusiasmo.

2.- ARGUMENTUM AD BACULUM (APELACIÓN A LA FUERZA)

El argumentum ad baculum es la falacia que se Comete cuando se apela a la fuerza, o a la amenaza de fuerzas para provocar la aceptación de una conclusión. Usualmente solo se recurre a ella cuando fracasan las pruebas o argumentos racionales. El ad baculum se resume en el dicho: "La fuerza hace el derecho, El uso y la amenaza de los métodos de mano-fuerte para doblegar a los opositores políticos suministra ejemplos contemporáneos de esta falacia. La apelación a métodos no racionales, de intimidación puede ser naturalmente, más sutil que el uso abierto o la amenaza de campos de concentración o grupos de Choque. El cabildero de un partido político usa el argumento ad baculum cuando recuerda a un representante que el (el cabildero) cuenta con tantos miles de votantes en el distrito electoral del representante, o tantos contribuyentes potenciales para la campaña de fondos. Lógicamente, estas consideraciones no tienen nada que ver con los méritos de la legislación cuya aprobación trata de lograr, pero desdichadamente, pueden ser muy persuasivas. En escala Internacional, el argumentum ad baculum significa la guerra o la amenazada guerra. Un ejemplo divertido, aunque también aterrorizador, de razonamiento ad baculum en el ámbito internacional es el que menciona Haay Hopkins en su relato sobre la reunión de los Tres grandes en Yalta, al fin de la Segunda Guerra Mundial. Se dice que Churchill informó a los demás que el Papa sugería seguir tal o cual curso de acción. Se afirma que Stalín manifestó su desacuerdo preguntando: "¿Y cuantas divisiones dice Ud, que tiene el Papa para el combate?"

3.- ARGUMENTUM AD HOMINEM (OFENSIVO)

La expresión argumentum ad hominem significa literalmente "argumento dirigido contra el hombre". Es susceptible de dos interpretaciones, cuya relación explicaremos después que hayamos discutido las dos separadamente. Podemos designar la primera variedad de esta falacia como la del tipo "ofensivo"." Se la comete, cuando, en vez de tratar de refutar la verdad de lo que se afirma, se ataca el hombre que hace la afirmación. Así por ejemplo, podría argüirse que la filosofía de Bacon es indigna de confianza porque éste fue desposeído de su cargo de canciller por deshonestidad. Este argumento es falaz, porque el carácter personal de un hombre carece de importancia lógica para determinar la verdad o falsedad de lo que dice o la corrección o incorrección de su razonamiento. Argüir que una proposición es mala o una afirmación falsa porque es propuesta o afirmada por los comunistas (o por "realistas económicos", o por católicos o por anticatólicos, o por los que pegan a su mujer) es razonar falsamente y hacerse culpable de sostener un argumentum argumentum ad hominem (ofensivo). La manera en que puede persuadir a veces este razonamiento falaz es a través del proceso psicológico de la transferencia. Si puede provocarse una actitud de desaprobación hacia a una persona, ella puede desbordar al campo estrictamente emocional y convertirse en desacuerdo con lo que esa persona dice. Pero esta conexión es solo psicológica, no lógica. Aun el más perverso de los hombres puede a veces decir la verdad o razonar correctamente.
El ejemplo clásico de esta falacia se relaciona con el procedimiento judicial británico. En Gran, Bretaña, la práctica de la profesión se divide entre los procuradores, que preparan los casos para el juicio, y los abogados, que arguyen y hacen los alegatos ante la corte. De ordinario, su cooperación es admirable, pero a veces deja mucho que desear. En una ocasión, el abogado ignoraba el caso completamente hasta el día en que debía ser presentado a la corte, y dependía del procurador para la investigación del caso del demandado y la preparación del alegato. Llegó a la corte justo un momento antes de que comenzar el juicio y el procurador le alcanzó su resumen. Sorprendido por su delgadez ojeó en su interior, para encontrar escrito lo siguiente: "No hay defensa; ataque al abogado del demandante"

4. ARGUMENTUM AD HOMINEM (CIRCUNSTANCIAL)

La segunda interpretación de la falacia del argumentum ad hominem, la variedad circunstancial, puede explicarse de la manera siguiente. En una discusión entre dos personas, una de ellas puede ignorar totalmente la cuestión relativa a la verdad o falsedad de sus propias afirmaciones y tratar de probar, en cambio, que su antagonista debe aceptarlas debido a especiales circunstancias en las que éste puede hallarse. Así por ejemplo, si uno de los contendientes es un sacerdote, el otro pueda argüir que debe aceptar una determinada aserción porque su negación es incompatible con las Escrituras. Esto no es demostrar su verdad, sino urgir su aceptación por ese individuo particular debido a las-circunstancias especiales en las que se halla, en este caso su filiación religiosa. Si uno de los oponentes es, pongamos por caso, un miembro de un cierto partido político, otro puede sostener, no que una cierta proposición es verdadera, sino que el primero debe asentir a ella porque se halla implicada por los principios de su partido. El ejemplo clásico de esta falacia es la réplica del cazador al que se acusa de Barbarie, por sacrificar animales inofensivos para su propia diversión. Su réplica consiste en preguntar a su crítico: "¿Por qué se alimenta Ud. con la carne de ganado inocente?" El deportista se hace culpable aquí de un argumentum ad hominem, porque no trata de demostrar que es correcto sacrificar vidas de animales para el placer de los humanos, sino simplemente que su crítico no puede reprochárselo debido a ciertas circunstancias especiales en las que pueda encontrarse, en este caso el no ser vegetariano. Los argumentos de este género no son correctos; no ofrecen pruebas satisfactorias para la verdad de sus conclusiones, sino que están dirigidos solamente a conquistar el asentimiento de algún oponente a causa de especiales circunstancias que se vinculan con éste. A menudo logran su propósito, pues suelen ser muy persuasivos.
No es difícil ver la conexión que existe entre estas dos variedades de argumentum ad hominem. El segundo puede inclusive ser considerado como caso especial del primero. Pues el género "circunstancial", en efecto, equivale a acusar de incurrir en una contradicción a la a la persona que pone en tela de juicio nuestra conclusión, sea contradicción entre sus creencias, o entre su prédica y Su práctica. Y esto puede ser considerado como un tipo de reproche u ofensa.

5. ARGUMENTUM AD IGNORANTIAM (ARGUMENTO POR LA IGNORANCIA)

Podemos ilustrar la falacia del argumentum ad ignorantiam con el razonamiento de que debe de haber fantasmas porque nadie ha podido demostrar nunca que no los hay. Se comete esta falacia cuando se sostiene que una proposición es verdadera simplemente sobre la base de que no se ha demostrado su falsedad, o que es falsa porque no se ha demostrado su verdad. Ahora bien, es evidente que nuestra incapacidad para demostrar o refutar una proposición no basta para establecer su verdad o su falsedad. Esta falacia suele cometerse con mucha frecuencia en temas relativos a los fenómenos psíquicos, la telepatía, etc. Y donde no hay pruebas claras en pro o en contra. Es curioso que haya una cantidad de personas instruidas propensas a caer en esta falacia, como lo testimonian los muchos estudiantes de ciencias que afirman la falsedad de las afirmaciones espiritualistas y telepáticas simplemente sobre la base de que su verdad no ha sido establecida.
el argumentum ad ignorantiam es falaz en todos los contextos excepto en uno: la corte de justicia donde el principio rector es suponer la inocencia de una persona hasta que se demuestre su culpabilidad, la defensa puede sostener legítimamente que si el acusador no ha demostrado la culpabilidad, debe dictarse un veredicto de inocencia Pero, dado que esta posición se basa en el particular principio legal mencionado, no refuta la afirmación de que el argumentum ad ignorantiam constituye una falacia en todo otro contexto.
A veces se sostiene que el argumentum ad hominem (ofensivo) no es falaz cuando se lo usa en un tribunal de justicia con el propósito de arrojar dudas sobre la declaración de un testigo. Es indudablemente cierto que puede dudarse de la declaración de un testigo si se demuestra que este es un mentiroso y un perjuro crónico. En los casos en que esto puede demostrarse reduce ciertamente la confianza que pueda asignarse al testimonio ofrecido. Pero si se infiere de esto que la declaración del testigo establece la falsedad de lo que testimonia, en vez de concluir solamente que su testimonio no establece su verdad, entonces este razonamiento es falaz y constituye un argumentum ad ignorantiam.
En,este punto debemos hacer una aclaración En ciertas circunstancias puede afirmarse con seguridad que si ha ocurrido un cierto acontecimiento, hay investigadores calificados que pueden descubrir pruebas del mismo. En tales circunstancias es perfectamente razonable tomar la ausencia de pruebas como una prueba positiva de que no se ha producido. Claro que esta prueba no se basa en nuestra ignorancia, sino en nuestro conocimiento de que si hubiera ocurrido lo sabríamos, Por ejemplo, si una seria investigación del F.B.I. no consigue aportar Pruebas de que el señor X es comunista, sería erróneo concluir de esto que su investigación no ha aportado ningún conocimiento. Por lo contrario, ella ha establecido que el Sr. X no es comunista, No sacar tales conclusiones constituye el reverso de la moneda falsa que es la insinuación maliciosa, como cuando alguien dice de un hombre que "no hay pruebas" de que sea un pillo. En ciertos casos, no sacar una conclusión es tanto una violación del razonamiento correcto como sacar una conclusión equivocada.

6.- ARGUMENTUM AD MISERICORDIAM (LLAMADO A LA PIEDAD)

El argumentum ad misericordiam es la falacia que se comete cuando se apela a la piedad para conseguir que se acepte un determinada conclusión. Se encuentra con frecuencia este tipo de argumentación en los tribunales de justicia cuando un abogado defensor deja de lado los hechos que atañen al caso y trata de lograr la absolución de su cliente despertando piedad en los miembros del jurado. Clarence Darrow el famoso criminalista era un Maestro en el uso de este género de recursos.
Cuando defendió a Thomas T. Kidd, funcionario de la Unión de Trabajadores de la Madera, llevado a juicio bajo acusación de conspiración criminal; Darrow dirigió estas palabras al jurado: "Apelo a vosotros no en defensa de Thomas Kidd sino en defensa de la larga sucesión la larguísima sucesión que se remonta hacia atrás a través de las épocas, y que se proyecta hacia adelante en los años del futuro de los hombres despojados y oprimidos de la tierra, Apelo a vosotros por los hombres que se levantan antes que amanezca y vuelven a su hogar a la noche, cuando ya la luz ha desaparecido del cielo, y dan sus vidas, sus fuerzas y su trabajo para que otros se enriquezcan y se engrandezcan. Apelo a vosotros en nombre da esas mujeres que ofrendan sus vidas al dios moderno del dinero y apelo a vosotros en nombre de sus hijos, los que viven y los que no han nacido"
¿Es Thomas Kidd culpable de lo que se le acusa? El alegato de Darrow era suficientemente conmovedor como para lograr despertar en el jurado medio el deseo de arrojar por la borda todo lo concerniente a pruebas o a legalidad. Pero, por persuasivo que sea tal alegato, desde el punto de vista de la lógica es falaz todo razonamiento que pretenda derivar de "premisas" como éstas la conclusión de que el acusado es inocente.
Un ejemplo más antiguo y considerablemente más sutil de argumentum ad misericordiam se encuentra en la Apología de Platón, que pretende ser un relato de la defensa que hizo Sócrates de sí mismo durante su juicio.,
Quizás haya alguno entre vosotros que pueda experimentar resentimiento hacia mi al recordar que él mismo, en una ocasión similar y hasta, quizá, menos grave, rogó y suplicó a los jueces con muchas lágrimas y llevó ante el tribunal a sus hijos, para mover a compasión, junto con toda una hueste de sus parientes y amigos; yo, en cambio, aunque corra peligro mi vida, no haré nado de esto. El contraste puede aparecer en su mente, predisponerlo en contra de mi e instarlo a depositar su voto con ira, debido a su disgusto conmigo por esta causa, Si hay alguna persona así entre vosotros observad que no afirmo que la haya, pero si la hay podría responderle razonablemente de esta manera,." Caro amigo yo soy un hombre y como los otros hombres una criatura de carne y sangre, y no de madera o piedra cómo dice Homero; y tengo también familia, sí, y tres hijos ¡oh! atenienses, tres en número, uno casi un hombre y dos aún pequeños; sin embargo, no traeré a ninguno de ellos ante vosotros para que os pidan mi absolución".
El argumentum ad misericordiam es usado a veces de manera ridícula, como el caso del joven que fue juzgado Por un crimen particularmente brutal, el asesinato de su padre y de su madre con un hachas puesto frente a pruebas abrumadoras, solicitó piedad sobre la base de que era huérfano.

7.- ARGUMENTUM AD POPULUM

El argumentum ad populum se define a veces como la falacia que se comete al dirigir un llamado emocional "al pueblo" o "a la la galería" con el fin de ganar su asentimiento para una conclusi ón que no está sustentada por un razonamiento valido. Pero esta definición es tan amplia que incluye las falacias ad misericordiam, ad hominem (ofensiva) y casi todas las otras falacias de atingencia. Podemos definir de manera más circunscripta la falacia del argumentum ad populum como el intento de ganar el asentimiento popular para una conclusión despertando las pasiones y el entusiasmo de la multitud. Es un recurso favorito del propagandista, del demagogo y del que pasa avisos, Enfrentado con la tarea de movilizar los sentimientos del público a favor o en contra de una medida determinada, el propagandista Evitará el laborioso proceso de reunir y presentar pruebas y argumentos racionales y recurrirá a los métodos más breves del argumentum ad populum. Si la medida propuesta introduce un cambio y él está en contra de éste, arrojará sospechas sobre las "innovaciones arbitrarias'' y elogiará la sabiduría "del orden existente". Si está a favor de él, hablará de "progreso, y se opondrá a los "prejuicios anticuados". En estos casos, encontraremos el uso de términos difamatorios sin ningún intento racional de argumentar en su favor o de justificar su aplicación. Esta técnica se complementa mediante el despliegue de banderas, bandas de música y cualquier cosa que pueda servir para estimular y excitar al público. El uso que hace el demagogo del argumentum ad populum se haya bellamente ilustrado por la versión que da Shakespeare de la oración fúnebre de Marco Antonio sobre el cuerpo de Julio César.
Debemos al vendedor ambulante, al artista de variedades y al anunciador del siglo XX el ver elevado el argumentum ad populum casi a la categoría de un arte refinado En este campo, se hace toda clase de intentos para asociar los productos que se anuncian con objetos hacia los cuales se supone que experimentemos una fuerte aprobación. Comer una cierta marca de cereales elaborados es proclamado un deber patriótico, Bañarse con un jabón de cierta marca es descrito como una experiencia estremecedora. La mención de un determinado dentífrico en el programa de radiofonía patrocinada por su fabricante es precedida y seguida por secuencias de música sinfónica. En los carteles propagandísticos las personas retratadas usando los productos anunciados se presentan siempre usando el tipo de vestimenta y viviendo en el tipo de casas que se supone despertarán la aprobación y la admiración del consumidor medio. Los hombres jóvenes que aparecen En ellos usando los productos de referencia son de ojos claros y hombros anchos, y los ancianos son invariablemente de aspecto ''distinguido". Las mujeres son todas esbeltas y hermosas, y se las presenta, o muy bien vestidas, o apenas vestidas. Ya está Ud. interesado en el transporte económico o en el de gran velocidad, todo, fabricante,de automóviles le asegurará que su producto es el "mejor", y "demostrará" su afirmación exhibiendo su modelo de automóvil rodeado de hermosas jóvenes en traje de baño. Los anunciadores "hechizan" sus productos y nos venden sueños e ilusiones de grandeza junto con frascos de píldoras rosas o cestos para la basura.
En estos casos, si lo que se trata es de probar que los productos sirven de manera adecuada a estas funciones ostensibles, esos procedimientos son ejemplos glorificados de argumentum ad populum. Además de la "apelación al esnobismo" a que ya nos referimos, podemos incluir bajo este rótulo el familiar "argumento de la multitud". El político que hace su campaña electoral "argumenta" que él debe recibir nuestros votos porque "todo el mundo" vota por él. Se nos dice que tal o cuál marca de alimentos, o de cigarrillos, o de automóviles es "la mejor" porque es la que más se vende en el país. Una cierta creencia "debe ser verdaderas porque "todos creen en ella". Pero, la aceptación popular de una actitud no demuestra que sea razonable el uso difundido de un producto no demuestra que éste sea satisfactorio; el asentimiento general a una opinión no demuestra que sea verdadera. Razonar de esta manera es cometer la falacia ad populum.

8.- ARGUMENTUM AD VERECUNDIAM (LA APELACIÓN A LA AUTORIDAD)

El argumentum ad verecundiam es la apelación a la autoridad, esto es, al sentimiento de respeto que siente la gente por las personas famosas, para ganar asentimiento a una conclusión. Este argumento no siempre es estrictamente falaz, pues la referencia a una reconocida autoridad en el campo especial de su competencia puede dar mayor peso a una opinión y constituir un factor de importancia. Si varios legos discuten acerca de algún problema de la ciencia física y uno de ellos apela al testimonio de Einstein sobre la cuestión, este testimonio es sumamente importante. Aunque no demuestra lo que se sostiene, tiende indudablemente a confirmarlo. Sin embargo, esto es muy relativo, pues si en vez de legos son expertos los que discuten acerca de un problema que está dentro del campo de su especialidad, solo deben apelar a los hechos y a la razón, y toda apelación a la autoridad de otro experto carecería completamente de valor como prueba.
Pero, cuando se apela a una autoridad en cuestiones que están fuera del ámbito de su especialidad se comete la falacia del argumentum ad verecundiam. Si en una discusión sobre religión, uno de los antagonistas apela a las opiniones de! Darwin, una gran autoridad en biología, esa apelación es falaz. De igual modo, apelar a las opiniones de un cran físico como Einstein para dirimir una discusión sobre política o economía sería también falaz. Podría sostenerse que una persona lo suficientemente brillante como para alcanzar la categoría de una autoridad en campos complejos y difíciles como la biología o la física, debe también tener opiniones correctas en otros campos que están fuera de su especialidad. Pero la debilidad de este argumento se hace obvia cuando pensamos que, en estos tiempos de extrema especialización, obtener un conocimiento completo en un campo requiere tanta concentración que restringe las posibilidades de adquirir en otros un conocimiento autorizado.
Los "testimonios" de los anunciadores son ejemplos frecuentes de esta falacia. Se nos insta a fumar esta o aquella marca de cigarrillos porque un campeón de natación o porque un corredor de autos afirma su superioridad. Y se nos asegura que tal o cual cosmético es mejor porque es el preferido de cantantes de ópera o estrellas de cine. Claro que una propaganda de este género puede ser considerada también como una apelación al esnobismo y rotulada como un ejemplo de argumentum ad populum. Pero, cuando se afirma que una proposición es literalmente verdadera sobre la base de su aserción por una "autoridad" cuya competencia se relaciona con un campo diferente, tenemos una falacia de argumentum ad verecundiam.

9.- LA CAUSA FALSA

La falacia que llamamos de la ''causa falsa" ha sido analizada de diversas maneras en el pasado y ha recibido distintos nombres latinos como non causa, pro causa y post hoc ergo propter hoc. El primero de éstos es más general e indica el error de tomar como causa de un efecto algo que no es su causa real. El segundo designa la inferencia de que un acontecimiento es la causa de otro simplemente sobre la-base de que el primero es anterior al segundo. Consideraremos todo razonamiento que trata de establecer una conexión causal erróneamente, como un ejemplo de falacia de la causa falsa.
La caracterización del razonamiento bueno o correcto en lo relativo a conexiones causales constituye el problema central de la lógica inductiva o método científico y será discutida en capítulos posteriores. Sin embargo, no es difícil ver que el mero hecho de la coincidencia o la sucesión temporal no basta para establecer ninguna conexión causal. Sin duda alguna debemos rechazar la pretensión del salvaje que el hacer sonar sus tambores es la causa de la reaparición del sol después de un eclipse aún cuando pueda ofrecer como prueba el hecho que cada vez que se hicieron sonar los tambores durante un eclipse el sol reapareció. Nadie se llamarla a engaño con respecto a este argumento; sin embargo mucha gente cree en testimonios sobre remedios, según los cuales el señor X sufría de un fuerte resfrío, bebió tres frascos de una cocción a base de una hierba "secreta", y en dos semanas se curó del resfrio.

10.- LA PREGUNTA COMPLEJA

La última falacia de atingencia que consideraremos es la falacia de la pregunta compleja. Todos sabemos que es un poco cómico,, hacer preguntas como: "¿Ha abandonado Ud. los malos hábitos?", o "¿Ha dejado Ud. de pegarle a su mujer?" No son preguntas simples, a las que sea posible responder con un directo "sí" o "no", Las preguntas de este tipo suponen que se ha dado ya una respuesta definida a una pregunta anterior, que ni siquiera ha sido formulada. Así, la primera, supone que se ha respondido "si" a la pregunta no formulada: "¿Tenía Ud. anteriormente malos hábitos?"; y la segunda supone una respuesta afirmativa a la siguiente pregunta, tan poco formulada: "¿Ha Ud. pegado alguna vez a su mujer?" En ambos casos, si se contesta con un simple "si o "no" a la pregunta "tramposa", ello tiene el efecto de ratificar o confirmar la respuesta implícita a la pregunta no formulada. Una pregunta de este tipo no admite un simple "si" o "no" como repuesta, porque no es una pregunta simple o única, sino una pregunta compleja, en la cual hay varias preguntas entrelazadas.
Se comete la falacia de la pregunta compleja cuando no se percibe la pluralidad de preguntas y se exige, o se da, una respuesta única a una pregunta compleja como si fuera simple. No solamente encontramos ejemplos de esta falacia en bromas obvias, como nuestros dos primeros ejemplos. En un interrogatorio, un abogado puede plantear preguntas complejas a un testigo para confundirlo, o inclusive para acusarlo. Puede preguntar "¿Dónde ocultó las pruebas?", "¿Qué hizo con el dinero que robó?'', etc. En la propaganda, en los casos en que sería sumamente difícil demostrar o conquistar aprobación para una llana afirmación la idea puede ser "infiltrada" de manera muy persuasiva por medio de una pregunta compleja. Un portavoz de empresas privadas que explotan servicios públicos puede plantear la pregunta "¿Por qué la explotación privada de los recursos es mucho más eficiente que cualquier control público?". Un jingoísta puede preguntar a su auditorio: "¿Hasta cuando vamos a tolerar la interferencia extranjera en nuestros intereses nacionales?".
En todos estos casos, el procedimiento inteligente es tratar la pregunta compleja, no como si fuera simple, sino analizándola en sus partes componentes. Puede muy bien ocurrir que cuando la pregunta implícita previa es respondida de manera correcta, la pregunta explícita simplemente se diluye. Si no he ocultado ninguna prueba, la pregunta de dónde la oculté carece de sentido.
Hay,también otras variedades de la pregunta Compleja. Una madre puede preguntar a su pequeño si quiere portarse bien e ir a acostarse. En este caso, la cuestión es menos engañosa. Claramente se trata de dos preguntas y una de ellas no presupone una particular respuesta a la otra. La falacia reside aquí en la suposición de que debe darse a ambas preguntas una única respuesta. ¿Está Ud, "por" los Republicanos y la prosperidad, o no?,contesta "sí" o "no" Pero esta es una pregunta compleja y es, al menos, concebible que las dos preguntas puedan tener respuestas diferentes.
En el procedimiento parlamentario, la moción de, "dividir la cuestión" es una moción de privilegio. Esta regla implica el reconocimiento de que las cuestiones pueden ser complejas y, por tanto, se les puede considerar con mayor claridad si se las divide. Nuestra práctica con respecto al poder de veto del Presidente es menos razonable. El Presidente puede vetar una medida en su conjunto, pero no puede vetar la parte que desaprueba y promulgar el resto. El Presidente no puede dividir la cuestión, tiene que responder "'sí" o "no" a cualquier cuestión, por compleja que sea. Como es bien sabido, esta restricción ha conducido a la práctica parlamentaria de adjuntar, como "aditamentos", a las medidas que se sabe cuentan con la aprobación del Presidente, ciertas cláusulas adicionales a menudo totalmente ajenas a la cuestión, de las que se sabe, también, que el Presidente las desaprueba. cuando se le presenta un proyecto de ley semejante, el Presidente debe promulgar algo que desaprueba o vetar algo que aprueba.
Otra versión de esta falacia se encuentra en ciertos calificativos que predeterminan en cierto modo la respuesta, como cuando alguien pregunta: ¿Fulano de Tal es un radical estrafalario o un conservador irracional?" o también: "¿No conduce esta política a una deflación ruinosa?" Aquí como en los otros casos, es menester dividir la pregunta compleja. Las respuestas pueden ser: "radical sí, pero no estrafalario" "conservador sí, pero no Irracional", o "conducirá a una deflación, sí; pero no será ruinosa, sino que será un saludable reajuste".


http://www.angelfire.com/la2/pnascimento/documentos.html

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